Cordillera de los Frailes y Cráter de Maragua

Una de las excursiones más preciosas, saliendo de Sucre, le llevará a la impresionante Cordillera de los Frailes. Se pueden apreciar maravillosos paisajes así que la increíble riqueza cultural indígena de los Jalq’a. Desde la ciudad se accede a la cumbre de la cordillera en apenas una hora. Sin embargo, los pueblos de esa zona, enclavados al pie de las montañas, parecen como sacados de otro mundo. Se puede llegar a estos a través de unos recorridos de trekking, idealmente durante la temporada seca desde abril a octubre.


Las caminatas se inician en Chataquila, a una distancia de 35 km de Sucre y una altura de 3’600 m.s.n.m. Es ahí donde fue asesinado Tomás Katari, el líder de una rebelión indígena contra el dominio español. El santuario se convierte en un lugar de peregrinaje importante al 7 de agosto. Consta de una capilla y un relicario dedicado a la milagrosa Virgen de Guadalupe. Recorriendo los 4,5 km de la ruta comercial prehispánica hasta Chaunaca – conocida como sendero incaico – podrá disfrutar de un paisaje típico de serranía. Las vistas son igual de hermosas realizando el descenso a través de un camino que pasa por dos sitios con pinturas rupestres. Se estima que las pinturas de Pumamachay tienen una antigüedad de unos 1’500 años y las de Incamachay alrededor de 2’500 años.

Esa zona es la tierra natal de los Jalq’a. Es la única comunidad indígena de Bolivia que representa un mundo subterráneo en su arte textil. La población de Potolo, la más grande de ese sector, se encuentra en un espacio abierto entre hermosas serranías de color rojo carmesí. Al observar el proceso de elaboración de los textiles por las mujeres Jalq’a podrá conocer sus técnicas antiguas de tejido. Se llaman “aqsus” y son de color negro y rojo. Refletan el “ukhu pacha”, un mundo subterráneo oscuro y caótico, poblado por los “khurus”, unos espantosos seres míticos. Inicialmente, los motivos geométricos y zoomorfos servían para vestirse. En 1986 ASUR inició el Programa de Renacimiento del Arte Indígena para salvar del olvido las técnicas ancestrales de tejido con el objetivo de valorizar la cultura y constituir una fuente de ingresos complementarios para las comunidades indígenas.


Maragua y Irupampa, dos pueblos tejedores, gozan de un entorno de singular belleza en el cráter. Son rodeados por unos estratos rocosos de múltiples colores formando una especie de concha. En el centro del cráter se encuentra el cementerio que fue utilizado desde tiempos prehispánicos. Detrás de la cresta, caminando a las huellas de dinosaurio de Niñu Mayu, apreciarán un relajado paisaje de pastos salpicado de pequeñas granjas. Pasando por aquí, con seguridad tendrán la oportunidad de regalar hojas de coca. Las huellas se encuentran en un lecho rocoso y verán cómo les quedará fácil en este sitio retroceder en el tiempo, imaginándose dinosaurios escapándose del cráter. La Garganta del Diablo, a menos de 15 minutos a pie de Maragua, permanece rodeada de leyendas. Esa cueva llenada por las estalagmitas y las estalactitas se ubica detrás de una caída de agua de 40 mts. de altura. Irupampa es una comunidad en cercanías a Maragua y de verdad vale la pena de visitar el pequeño museo creado por Crispín, un carismático lugareño. Trabajaba junto a todos los expertos arqueológicos que llegaron a esa zona. Así que es muy interesante escuchar sus puntos de vista sobre la arqueología, la historia y cultura de su pueblo.

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